Entre los años 70 y 90, el arquitecto José Ignacio Díaz, transforma la fisonomía de la ciudad de Córdoba con sus edificios de vivienda en altura. Conocido por todos como “el Togo”, con su empresa Díaz y Lozada desarrolla creativamente la actividad de la arquitectura inmobiliaria, dotándola de un enorme sentido de responsabilidad con la ciudad.
Formado en la Universidad Nacional de Córdoba en 1959, con referentes como Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto, redescubre la arquitectura argentina recorriendo el norte del país y de la mano de Eduardo Sacriste. En estas arquitecturas, los valores de la materia, del trabajo artesanal, de la luz, se develan como fundamentales.
Hacia fines de los años 60 comienza a construir viviendas y pequeños edificios de tres plantas en los alrededores del centro de la ciudad experimentando con envolventes de ladrillo visto. En 1967 diseña y construye el primer edificio en altura, Figueroa Alcorta 50, donde se manifiesta el trabajo con los volúmenes y los juegos en la fachada, que serían después un distintivo de su obra. Es a partir de una sugerencia del arquitecto Horacio Berretta, referente del casablanquismo, que decide experimentar con la tipología de edificio de 12 pisos, típica de la normativa de los barrios que rodean el centro a partir de 1970. En la zona de La Cañada y en Nueva Córdoba encontramos las obras más significativas, como el Escalonado (1971), los Zigurats (1982), el Sant’Angelo (1983) o el Paseo del Boulevard (1987). En este transcurso su empresa construye más de 120 edificios en un período que coincide con una época de crecimiento intenso de la ciudad.
En el proceso creativo de Togo Díaz es fundamental la conciencia del impacto de su obra en la ciudad. Los edificios se crean formando grandes conjuntos, sus obras no se entienden de manera aislada. Así encontramos ejes urbanos completos, como el del Boulevard San Juan, al que redibuja permanentemente, o complejos como los Calicantos, los Arcos, los Panoramas, etc. formados por hasta seis edificios realizados en momentos diferentes e incluso para comitentes diferentes.
Además de generar estos espacios armónicos al relacionar las obras, cada edificio es concebido en la totalidad de sus fachadas. El Togo Díaz diseña las medianeras y las azoteas, espacios que eran dejados como residuales por otros arquitectos. El skyline de Córdoba se puebla de torreones, mansardas, veletas, que culminan los remates.
Si bien se trata como dijimos de una producción orientada hacia el mercado inmobiliario, los edificios son proyectados con gran cuidado en los detalles, donde se dibujan y se especifican con rigurosidad las trabas de ladrillos, las aberturas, la incorporación de piezas cerámicas, etc.
En el inicio de su carrera el Togo Díaz experimenta con el hormigón visto y con los premoldeados. Es notable la fachada de los edificios Güemes con sus encofrados diagonales y sus placas con piezas cerámicas cuadradas. La construcción en hormigón y ladrillo se plantea como la solución más pragmática para resolver los edificios en un medio donde era casi imposible resolver estructuras metálicas independientes como proponían arquitectos del movimiento moderno. Un edificio de ladrillo se construye más rápido que los prefabricados debido a la mano de obra disponible.
En la mayoría de los casos las unidades son destinadas a estudiantes o familias que se están iniciando y desean vivir en cercanía al Centro o a la Ciudad Universitaria y las tipologías responden a los estándares del mercado de la época, lo que se puede constatar si se comparan con edificios similares de otros autores de la década del 60.
Los aportes del Togo Díaz a la arquitectura de la vivienda colectiva fueron ampliamente reconocidos por sus colegas. En los años 70 ya las revistas nacionales de prestigio comienzan a difundir sus proyectos. En los 80 llega el reconocimiento internacional y el otorgamiento de premios en todo el mundo como el Premio de la Academia Internacional de Arquitectura de Sofía, Bulgaria o el Konex Artes Visuales, Diploma al Mérito - Arquitectura: Quinquenio 1982 – 1986 que comparte con Mario Roberto Álvarez, César Pelli, Clorindo Testa y el Estudio Manteola - Sánchez Gómez - Santos – Solsona. Uno de los reconocimientos más significativos es el otorgado en 1994 en la Bienal de Varadero Cuba por la Federación Panamericana de Arquitectos al arquitecto empresario más destacado de América. El premio se otorga entre los arquitectos en actividad del continente americano, cuyas actividades estén orientadas a la promoción, desarrollo o construcción de obras de arquitectura y urbanismo, habiendo logrado resultados de excelencia en beneficio de la profesión, de la sociedad y del bienestar de los usuarios de las obras.
De una personalidad comprometida, humilde y trabajadora, el Togo Díaz desarrolla en paralelo una importantísima producción en el campo de la arquitectura doméstica, en la plástica y en la enseñanza del proyecto que ha dejado una fuerte impronta en los diseñadores más jóvenes.
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Arquitectos: Togo Díaz
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Fotografías:Gonzalo Viramonte, Archivo Togo Díaz